Adivinar es observar la progresión de los acontecimientos. No por ello el veredicto se cumple, puesto que un simple gesto modifica toda la sucesión.
Siendo consciente de tal magnitud de acciones simultáneas se puede dictaminar con mayor precisión el siguiente punto de partida.
Para ver con claridad los pasos se ha de escapar de lo aprendido y poner todo el empeño en olvidar. Una vez que el valor real de las cosas ha ocupado su lugar, es entonces cuando la mirada interior puede hacer su función y manifestarse en intuición.
El camino casi nunca es recto. Toma formas y direcciones alternativas constantemente. Jugar con ese hecho aporta mucha riqueza al transcurrir cotidiano en forma de experiencia.
Limpiando de juicio cada vivencia se obtiene el alimento necesario para el espíritu, que poseen las mismas.
Sucede que a partir de cierto número de emociones el ser se impregna de las mismas y no avanza hacia las siguientes experiencias convirtiendo siempre en presente un sentimiento ya vivido.
El miedo es el mayor de los sentimientos aferrados a la mente, que absorbe casi toda la energía vital como un inmenso agujero. Fuera de ese pensamiento la realidad muestra que no existe nada que lo provoque.
No hay un hecho que genere un miedo, sino que lo alimenta la mente desde su unión anterior a ese sentimiento. Es imprescindible ver la fuente del problema y ponerle la solución consciente.